El cura recriminó a los concejales socialistas presentar una moción elaborada a propuesta del colectivo Aepa (Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño) y secundada por todos los grupos políticos salvo por el Partido Popular. En dicha iniciativa se solicitaba que el Ayuntamiento reclamara la propiedad de la torre del reloj de la Plaza Alta para el municipio ya que no tiene dueño reconocido en el Registro de la Propiedad y si los técnicos municipales constaban de que constituye una obra civil, no eclesiástica.

El sacerdote Marina montó en cólera, abroncando a diestro y siniestro sin hacer distinción entre representantes de la derecha e izquierda local, llegando a espetar "que Dios perdone a unos y a otros", acusando a los proponentes de querer “revolver al pueblo contra la Iglesia” y preguntándoles si “todo vale para conseguir un voto", sin que el Alcalde de la ciudad le recordara que no estaba en el púlpito de su iglesia sino en sesión plenaria.

Un bochornoso episodio que quedará en la memoria de los algecireños, una demostración de que ciertos miembros del colectivo eclesiástico de la ciudad siguen estancados en otras épocas en las que estaban acostumbrado al ordeno y mando, olvidando que el consistorio algecireño debe velar por la protección del patrimonio local, sin hacer distinciones, y sin sucumbir a presiones cristianas.