Vuelve aquella que llenaba los cementerios de cadáveres y las madres marcaban con flores las esquinas donde sus hijos aparecían muertos con la aguja todavía clavada en las venas. Pero vuelve de manera distinta, más discreta.

Frente a la imagen deteriorada del yonqui de los años 80 y 90, sucio y mal vestido que deambulaba por las calles de nuestros pueblos y ciudades, otra figura está surgiendo en torno al mundo de la heroína. Venas y tobillos limpios, venas intactas ,sin rastro de esos pequeños agujeros sellados con sangre que suelen dejar las agujas de las jeringuillas. Frágiles como uno de esos títeres de juguete cuyos brazos y piernas cuelgan de unos hilos, el nuevo heroinómano no se pincha la droga, la fuma. Creen que evitando la jeringuilla, el enganche será menor y que, además, no contraerán infecciones. Pero se engañan.

Esta es la dura y triste realidad que estamos viviendo. La realidad de miles de personas, la mayoría jóvenes, que deambulan en nuestra sociedad detrás de alguien que los espera en alguna esquina o parque en penumbra para venderles su sentencia de muerte. Detrás de todo, los narcotraficantes, aquellos hombres sin alma que quieren alcanzar la gloria tocando el infierno.

El tráfico de drogas sigue aumentando en el Campo de Gibraltar. Ya lo ha dicho nuestro querido Pepe Chamizo: “El Campo de Gibraltar se está convirtiendo en un nuevo México y los narcotraficantes hacen lo que les da la gana”.

Amigas y amigos, la heroína ha regresado y aquí nadie hace nada. Acordémonos de aquellas madres de Taraguila, la Estación o Miraflores saliendo a la calle para luchar contra esta lacra. Desde estas líneas quiero mover las conciencias, especialmente la mía, para que no nos quedemos parados e inmunes ante esta dolorosa situación. Trabajemos, luchemos y denunciemos. No es una propuesta. Es una necesidad.

Espero que el frío de estos días no enfríe nuestros corazones y nuestras conciencias. Un abrazo a todos. Ánimo y adelante.