Marzo 28, 2024

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¿Eres español?

Por Rafa Oliva

Hace unos días venía tranquilamente bajando la calle La Plata cuando me encontré con Pepe que salía del estanco. “Hombre Pepe”, le saludé, “cuánto tiempo sin verte, ¿cómo te va todo?”.

Pepe siempre ha sido un tipo afable y me dio mucha alegría de verlo. “Quillo pues muy bien que estoy, mira lo que me acabo de comprar…”, alargaba la mano mostrándome una pulserita de cuero con remates plateados, entre los que destacaba una vistosa banderita rojigualda. “Ah, muy bonita”, le exclamé.  “Sí hombre, tenemos que defender lo nuestro que la cosa está cada vez peor”, se quejaba Pepe, “que no hacemos más que darles pagas a los ilegales y subvenciones a las feminazis”. 

 El inesperado giro que tomó la conversación empezó a no gustarme y, como no me apetecía discutir con Pepe, traté de escabullirme: “bueno, te dejo que voy a lo de tu prima a comprar un pescaíto para el almuerzo”.  “Ah, yo paso de la Paqui que es muy carera”, me soltó sin anestesia, “voy al Carrefour que es más barato. Pero no te vayas todavía que es temprano, vamos que te invito a tomar algo”. Me agarró por el hombro y me arrastró hacia el Paseo. 

Ya en el bar, pidió un gin-tonic de esos de moda de importación, “y tú, ¿qué quieres?”, me preguntó.  “Ponte una Cruzcampo que es más de aquí, además me ha dicho la médica que no me pase porque ya tengo una edad”, lo cual era rigurosamente cierto.  “Esa no tiene ni idea. Mira, te voy a dar el teléfono de mi médico que es un crack”, me sorprendió ver un nombre inglés en la tarjeta así que le pregunté, “¿Y esto dónde está?”.  “¿Dónde va a estar?”, por poco se escandaliza por mi ignorancia, “en Gibraltar. Y ya que vas, pues te traes tabaco y echas gasolina”.  “Yo es que no fumo”, le espeté, “y además prefiero que mis impuestos se paguen aquí”. “Tonto eres”, me largó no sin cierta gracia, “allí te ahorras una pasta”.  En eso tenía razón, pero cambié de tema y le pregunté: “Oye, ¿y qué tal va la cuadrilla esa que montaste?”. “

No me hables, que metí a dos panchitos de pintores y se pegan todo el día charlando, los he dejado allí por el pozo en un chapú”. “Vaya, pero ¿no estaba Paco contigo de pintor?”, también hacía unos meses que no sabía nada de él. A Pepe se le cambió la cara: “No me hables de Paco que tuve que echarlo porque me metió una demanda. Fíjate, quería que le pagara nosequé de las horas extras, con lo mala que está la cosa”. “Muy mala, ya lo veo, y peor que se está poniendo con el auge de las derechas”, me salió de dentro casi sin pensarlo. “Mira, que los de derechas solo queremos lo mejor de para los españoles, que yo soy muy español”, dijo atropelladamente. “Ya, por eso compras a los franceses del Carrefour, contratas a sudamericanos a los que sabe Dios si das de alta y vas al médico en Gibraltar”, intenté no levantar la voz, pero no sé si lo conseguí: “llevar esa pulserita no te hace más español”.

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